VUELTA A CERDEÑA: días 1 y 2
14 de junio: Mis amigos los amarramotos
Me encanta trastear en el estante superior del armario de la habitación, porque precisamente es ahí donde guardo las maletas de la moto: cada vez que las saco, significa que está punto de pasar algo grande. En esta ocasión, el destino es Cerdeña.
En este viaje tengo el privilegio y la suerte de viajar con Víctor, amigo y compañero de fatigas. Ambos compartimos la misma ilusión por ver si conseguimos dar la vuelta a la isla en sólo tres dias y medio, y además sin tener la sensación de ir con la lengua fuera. Sólo había una forma de comprobarlo, así que aquí estamos, surcando el mar en plena noche a bordo del “Cruise Roma”, destino Cerdeña.
A la hora de anclar las motos, de nuevo paso por una situación ya vivida: los mozos las atan de cualquier manera, dejándolas prácticamente abandonadas a su suerte en caso de mala mar. Después de plantarnos con cara de mosqueo ante las motos, los tipos vuelven con un par de cuerdecillas más, que muy poco mejoran el resultado final. Abandonamos la bodega, cruzando los dedos para tener una travesía tranquila. Cero patatero para la naviera Grimaldi en este aspecto.
El barco avanza hacia tierras sardas, son las 12 de la noche y nos vamos a dormir, mecidos por las olas. Mañana empieza lo bueno.
15 de junio: un dia de furia
A las 10:45 desembarcamos en Porto Torres, y comenzamos a rodar bordeando la isla en sentido antihorario. El primer destino es Stintino, pintoresco pueblo de pescadores situado en el extremo noroeste de la isla. Observamos por vez primera los “nuraghes”, torres de vigilancia medievales, uno de los signos de identidad de Cerdeña, y que están repartidos por toda la isla.
No todo son impresiones positivas en estos primeros kilómetros: a nuestro alrededor todo tiene un aspecto un tanto descuidado y sucio, una sensación que nos acompañará durante todo el dia. Víctor comenta que esto es bastante habitual en Italia, pero en todo caso es una mala carta de presentación para el visitante.
El dia está bastante gris, así que no nos entretenemos mucho y ponemos rumbo a una de las visitas “esenciales” de la isla: el capo Caccia, una inmensa pared vertical en la que anidan los alimoches.
En su lado occidental, una escalera de 656 escalones debía llevarnos a la Grotta di Neptuno, según leímos una de las más bellas de todo el mediterraneo, pero justo cuando empezábamos a atacar el primer tramo de escalones, empezó a llover a cántaros, por lo que tuvimos que suspender la visita y salir de allí a escape bajo una torrencial cortina de agua. Poco antes de llegar a Alghero la lluvia nos da una tregua, aprovechamos para comer y para echar un rapidísimo vistazo a la ciudad, suficiente para tomar nota que esta ciudad bien se merece una visita más reposada.
Salimos de Alghero por la SS292, la llamada “Scala Piccada”, una carretera construída a golpe de pico, y que trepa montaña arriba de manera vertiginosa mediante numerosos “tornantis”, curvas lentas de 360 grados que nos regalan una y otra vez unas espléndidas panorámicas de Alghero y sus alrededores, amén de los impresionantes acantilados hacia los que nos dirigíamos…
Bueno, la verdad es que todo este deleite nos duró bien poco: en el punto más elevado de la Piccada, el agua volvió de nuevo, pero esta vez en forma de tempestad bíblica, con agua a mares y furiosos vientos. Llegamos a preocuparnos por nuestra integridad, ya que no teníamos ni un miserable lugar donde guarecernos.
¿La ropa gore-tex? Mal, gracias: Víctor llevaba un mono impermeable, pero yo me lo jugué todo a la eficacia de esa ropa motera que cuando la compramos está llena de etiquetitas en las que pone “3M”, “Sympatex”, “Windstopper” y jerga por el estilo, con el resultado que de cintura para abajo acabé completamente empapado… ¿Qué debía esperar de unos pantalones de marca rarísima, y comprados en un outlet a unos pakistanís que sólo aceptaban efectivo? La chaqueta sí que aguantó el tipo, y gracias a ello salvé la cámara de fotos de morir por ahogamiento. Los guantes, empapados sin discusión: era como llevar las manos sumergidas en un cubo de agua.
La carretera continuaba bordeando los acantilados, y a nuestra derecha intuíamos el mar bravo, batiendo olas por debajo de nosotros, aunque en nuestra situación no estábamos precisamente para admirar el espectáculo…
Finalmente, y fritos ya de tanta agua, encontramos un “Bed & Breakfast” en Bosa, que no es precisamente la villa más encantadora del mundo, pero ahora mismo lo que más deseábamos era una ducha caliente, ropa seca y una buena pizza para cenar.
Escribo estas líneas a medianoche, la luz eléctrica fluctúa, nuestra habitación parece un campamento gitano lleno de ropa húmeda colgada, y fuera vuelve a llover con saña. A ver qué tal se levanta el día de mañana…
Saludos y hasta pronto!
Espero que el resto de la aventura os acompañe el buen tiempo y que podáis disfrutarlo más.
Ya nos contarás, campeón.
Un abrazo!
¿que es para tí un poquito de agua? disfruta del viaje y esperamos más crónicas y fotos.
PD: si se te acerca un lugareño con una serpiente o bicho similar, corre Manel corre 
Precioso.. a disfrutar y seguir contando..
Eres un monstruo, siempre con el culo inquieto, XD
Disfrutad todo lo que podais.
V´sssssssssss
Arghhh. ¿Pero ya estás en Cerdeña? Pensé que era un plan más a largo plazo, traidorzuelo. ¡Disfruta!
Felicidades Manel, como disfrutas condenado...
Gracias por las flores, gente! Ahí va otro fascículo 😉 😉 ...
VUELTA A CERDEÑA, DIA 3
16 de junio: Sol, minas y brazos quemados
Hoy ha sido uno de esos dias de moto-moto, para guardarlo en el disco duro mental, y rememorarlo cuando expliquemos batallitas moteras a los amigos.
Las lluvias y los vientos de la noche dieron paso a una mañana nítida, soleada, verde y refrescante. Ya nos venían ganas de volver a montar en las burras, nos tocaba bajar hasta la Costa Verde, una zona poco accesible y teóricamente inhóspita, aunque llena de grandes sorpresas, como leeréis más adelante. Aquí también pudimos exprimir la parte trail de nuestras motos, llegando a límites casi de enduro…
La diversión empezó nada más salir del B&B: continuamos en dirección sur, bordeando la costa, y disfrutando por fin de las espectaculares vistas que nos perdimos en parte por la tormenta del dia anterior… La carretera juega al escondite con el mar, y en dos curvas pasamos del borde de un acantilado a estar rodeados de eucaliptos, y viceversa. Para los que estén planeando futuros viajes, aquí os dejo dos trayectos indispensables: el de San Nicola-Funtamazza, y muy especialmente el que enlaza Guspini con Buggerru y Nébida, un antiguo camino de mineros que es posiblemente uno de los paisajes más hermosos de la isla, y donde tendremos oportunidad de bajar muchos metros de desnivel por una carretera terriblemente retorcida en sí misma. El asfalto es de una calidad excelente, y pasamos decenas de kilómetros buscando sin descanso el flanco del neumático, y todo ello sumidos en un espectáculo de panorámicas naturales que te hacen dudar sobre dónde fijar tus sentidos.
Hoy también teníamos un objetivo de incierto resultado: llegar con las motos hasta Playa Piscinas, situada en el corazón de la Costa Verde, y sólo accesible por caminos de montaña, que en tres puntos desaparecían bajo el lecho de un río que llevaba un respetable caudal de agua. Para colmo, Playa Piscinas está rodeada de gigantescas dunas –que se mueven según los caprichos del viento-, con las que también tuvimos que bregar. De todo ello salimos airosos y con el espíritu aventurero por las nubes, de nuevo estas motos nos han demostrado que hay vida más allá del asfalto.
La zona sureste de la isla también tiene un glorioso pasado de explotaciones mineras, y nos encontramos por doquier restos de antiguos pozos, poblados mineros abandonados, y otras construcciones que harán las delicias de quien busque turismo industrial… y también a los que nos gusta husmear en fábricas abandonadas.
En la ciudad de Iglesias degustamos un auténtico menú de comida sarda, nada de “menús turísticos”, sino comida autóctona servida amablemente en un lugar frecuentado por locales.
Con el estómago lleno, nos sentíamos tan fuertes que rodamos y rodamos… hasta que literalmente nos salimos de la isla. Concretamente, llegamos hasta la pequeña isla de Sant´Anioco, tan cercana a Cerdeña que está unida por un viaducto. Ideal para los que alternan los baños de sol con los paseos en bici.
No ha dejado de lucir el sol en toda la jornada, y hace ya rato que rodamos sin las chaquetas, con lo que hemos adquirido el típico bronceado del motero: manos y muñecas blancas, antebrazo de color rojo gamba: no utilizamos la crema solar hasta que ya fue demasiado tarde.
Con las primeras luces del crepúsculo llegamos al pueblo de Teulada, contratamos otro B&B, y tras dejar el equipaje y toda la ropa prescindible de encima, nos vamos a la playa para darnos un merecido baño en una cala cercana. Momento postal.
En estos momentos es pasada la medianoche, y no se sabe de dónde han llegado unas borrascas que de nuevo están dejando agua en abundancia… Hagan sus apuestas para saber cómo amanece el dia de mañana.
Saludos y hasta pronto!
Muy chulas , al nene guztan muzo, yo quero maaaaaa , jejejeje
V´ssssssss
Que relato más chulo y trialero, yo de mayor quiero ser como tú, pero además guapo, tipo George Clonee (o como se escriba)
Joer q envidia mas cochina... XD XD
Qué bien te lo estás pasando bribón!!! 😉
Y qué tipazo luces con el pareo!!!!!!!!!!!!!!!!!!! XD XD XD
Con lo bien que te estaba quedando todo, con esas fotos mirando al infinito y concentración absoluta incluso en el desayuno.
Vas y nos pones la última foto.
Que le vamos a hacer, ya no hay seriedad 🙄
Bueno, gracias a todos por la buena acogida... incluídos aquellos que hacen crítica constructiva de mi, ejem, "look playero"
Ahí va el capítulo de hoy, espero que os guste...
VUELTA A CERDEÑA, DIA 4
17 de junio: ¿¿Pero Cerdeña no eran sólo playas??
Un sol radiante nos da los buenos días, y una vez más la borrasca vino y se fue durante la noche; saltamos con brío de la cama, ya que hoy tenemos una jornada bastante intensa: cruzar todo el ancho de la isla por el sur, y remontar por el este, atravesando el Parque Nacional del Golfo di Orosele e del Gennargentu, y del que os hablaré más abajo, porque vaya tela el encanto que nos tenía guardado Cerdeña…
El calor aprieta desde buena mañana, pero hoy no nos quitamos las chaquetas, ya que tenemos los brazos con el aspecto de pinchos morunos, consecuencia de conducir ayer a lo “Easy Rider”, con las cachas al viento… Bordeamos el cono sur, direccion Cagliari, por una desierta carretera que de nuevo nos pone al borde del abismo marino, con sus correspondientes panorámicas. El paisaje aquí es prácticamente virgen, y se suceden las calas entre abruptos acantilados: sin duda, aquí se consiguen fotos de esas que luego sirven para promocionar el turismo en la isla.
Por mutuo y entusiástico acuerdo, decidimos no dedicar ni un minuto de nuestro tiempo a visitar Cagliari, la ciudad más grande de Cerdeña (170.000 habitantes). Tuvimos suficiente con rodear un deprimente extrarradio, rodeados de un tráfico denso y decididamente hostil –confirmamos definitivamente que muchos de los conductores italianos son unos conductores terribles, en una escala que abarca desde el estúpido tontolculo al kamikaze homicida-. Como el turismo urbano no es el objetivo de este viaje, damos gas hacia tierras tranquilas.
En Cagliari nace la mítica “Orientale Sarda”, técnicamente llamada SS125, que atraviesa la isla de Sur a Norte por su lado Oeste, y que es de tránsito obligado si lo que quieres es disfrutar de la moto como un enano… De hecho, es como unir muchos de tus tramos favoritos en una sola carretera (la Orientale tiene más de 300 kilómetros).
Abandonamos por un rato la SS125 para trepar hasta el pico del monte Serppedi (1.067 metros). El asfalto se acaba a 8 kilómetros de la cima, y para coronarla utilizamos una pedregosa pista forestal. Una vez arriba, tenemos todo Cagliari y buena parte de la costa sur a nuestros pies. La cima está plagada de antenas, tanto civiles como militares.
De vuelta a la Orientale, tenemos un pequeño problema con el combustible: muchas de las gasolineras de la isla son automáticas y no hay empleados, sobre todo en las zonas menos pobladas, y en las dos primeras que nos encontramos en nuestro camino nos fue imposible repostar (la maldita maquinita se negaba a aceptarnos los billetes). Este es un problema endémico que ya hace años que dura, e incluso lo mencionan en algunas guías turísticas, pero la gente de allí no parece tener prisa en solucionarlo… ¡Italianos! Apurando la reserva, finalmente encontramos una bendita gasolinera atendida por gente de carne y hueso. Depósito lleno y a correr.
Entre Baunei y Dorgali, el paisaje que nos ofrece el PN de Gennargentu es espectacular, y la carretera tiene un trazado maravilloso… y que parecía no tener fin: estuvimos enlazando curvas sin descanso durante 65 kilómetros. Hacia el final del recorrido, le echamos un vistazo a nuestros neumáticos, comprobando atónitos que podíamos dejar marcados los dedos en los flancos de la goma, de tan calientes que estaban… ¡¡qué pasada de carretera!!
Avanzada la tarde, salimos de las montañas del parque natural para volver a la costa. En Cala Gonone encontramos un hotel de precio razonable, a escasos metros de la playa. Nos dejan aparcar las motos dentro del recinto (de hecho, comparten espacio con las mesas del comedor exterior, como si fueran dos jarrones ornamentales), y repetimos el ritual de descargar el equipaje, quitarnos toda la parafernalia gore-tex y darnos un chapuzón en las frescas aguas del mar Tirreno.
Por la noche, cenamos un par de deliciosas pizzas (plato básico en nuestra dieta durante estos dias), y colorín colorado, mañana más.
Saludos y hasta pronto!
Como lo habeis disfrutado, se ve a leguas. Enhorabuena a los dos por esta impresionante aventura.
Saludos.
Uves y ráfagas
