Un inicio atípico
Hotel Al-Mar, Algeciras 20 de marzo de 2010, es tarde pasada la media noche, el día ha sido largo.
La aventura ha comenzado, si bien, de una forma peculiar, todo comenzó el 15 de marzo, día que llevé la moto al mecánico para que le hiciera una revisión a fondo y dejarla a punto para el viaje. Aprovechamos el día Carmen y yo para ir a comprar unas alforjas Givi para el viaje. Por la noche las ponemos en la moto y damos unas vueltas por el barrio para probarlas.
Martes 16, desmonto los puños calefactables, el derecho no funciona, y como siguen en garantía, me los cambian sin problemas. No instalo los nuevos, no creo que en Marruecos me hagan falta.
Miércoles 17, me voy a trabajar en transporte público, hoy vienen a buscar la moto. Hemos decidido bajar en avión hasta Jerez de la Frontera, no acompañaremos a Manel hasta Algeciras, eso supondría hacer 1500 kms, en tres días y Carmen no tiene ganas, bastantes kilómetros se va ha hacer en 10 días.
A media mañana me llama Carmen, el transportista ya ha venido y se ha llevado la moto. La empresa contratada es REMOTOS, por 218 € nos la llevaran hasta el aeropuerto de Jerez, donde hemos quedado el día 20 a las 13 horas, espero que estén allí, no moto = no viaje.
Los dos siguientes días preparamos el equipaje: ropa, medicamentos y los productos de higiene personal típicos de un viaje, uh! cuantas cosas, quizás demasiadas.
Sábado 20, nos levantamos pronto, tenemos que estar en el aeropuerto del Prat a las 9 de la mañana. Cada uno lleva una alforja, además de la bolsa de la maleta con los pantalones de cordura y las botas de los dos. Los cascos van en la moto.
En el Prat facturamos la bolsa, y aprovechamos para pesar las alforjas, en total 21kilos de peso, 6 kg por alforja y 7 kg la bolsa, sigo pensando que demasiado peso, espero que la pobre moto lo aguante, en total 140 kg con piloto, pasajero y carga, al límite de lo que puede llevar.
Llegamos a Jerez, y nada más salir de la terminal, nos llama Alberto, el transportista, nos está esperando en un extremo de la terminal. Nos dirigimos hacia allí y en seguida vemos la furgoneta roja de donde baja a saludarnos.
Descarga la moto y charlamos un rato con él, le damos mucha envidia por el viaje que vamos a realizar, él es de Valencia y es motero, tiene una RR, no me acuerdo del modelo ni de la marca, el problema es que su mujer no es muy motera.
Nos despedimos de Alberto, preguntándole antes para donde hemos de tirar para ir a Algeciras, siempre en dirección a Cádiz.
Hora de hacer el numerito en el aeropuerto, nos descalzamos, y nos ponemos los pantalones de cordura y las botas, guardamos las bambas y montamos las alforjas, por segunda vez, en esta ocasión llenas a reventar y guardamos la bolsa en la maleta, todo esto bajo la atenta mirada de un tío metido dentro de un coche que debería estar esperando a alguien.
Salimos del aeropuerto en dirección contraria a la que teníamos que tomar hay una gasolinera, he de repostar, pero ya lo haremos en ruta a Algeciras. A los pocos kilómetros entro en reserva, no pasa nada, en seguida encontraremos una gasolinera. Después de hacer 20 kilómetros en reserva, no ha aparecido ninguna, me empiezo a poner nervioso, vaya manera de empezar, por que demonios no habré puesto gasolina al salir del aeropuerto.
Ya no puedo más, hemos hecho 10 kilómetros más, en esta autovía se han olvidado de poner gasolineras. Vemos una salida hacia un polígono industrial, allí seguro que hay una gasolinera. Pues no, seguimos para adelante, dirección Puerto de Santa María, nos estamos desviando pero lo más importante ahora mismo es repostar. Entramos en Puerto de Santa María y en pocos kilómetros encontramos la deseada gasolinera, por fin repostamos.
De vuelta seguimos por la A-4, después A-48 y finalmente la nacional 340, donde empezamos a apreciar los paisajes de la zona, campos de pastura con reses bravas y después bosques. Paramos en una venta típica andaluza para tomar un refresco y comprobar las alforjas. Nos damos cuenta, que vamos muy cargados y el amortiguador trasero esta un poco blando.
Seguimos camino, a lo lejos vemos el cielo lleno de las cometas, y empezamos a ver coches cargados con tablas de surf, estamos llegando a Tarifa, son las cometas de los fly-surfistas, y la moto también empieza a notar las envestidas del aire, aunque afortunadamente no muy fuertes.
El camino continúa, a lo dejos vemos la isla de Tarifa o de las Palomas, fuertemente fortificada, y extremo de la península ibérica. Dejamos a los surfistas y sus cometas, y el paisaje cambia, enormes molinos de viento copan las cimas de los montes cercanos a la costa, desafiantes a la espera de que la moto pase su primera prueba de fuego, subir un pequeño puerto de montaña.
La verdad es que le costó subir la montaña que separa Tarifa de Algeciras, entre lo cargada que iba la moto y el poco de aire que soplaba, la dos y medio se venía para abajo. Me saltaron las primeras dudas sobre como se comportaría por tierras marroquíes, sabiendo que mi moto era la más pequeña de las veinte que venían y que el ritmo sería alto.
Bajamos el puerto sin dificultad y entramos en Algeciras, nos dirigimos al puerto y buscamos el hotel Al-Mar. Es un hotel antiguo, con decoración antigua, delante del puerto de Algeciras, ideal para coger el ferry.
Después de una duchita, y mientras Carmen se arregla para la cena, me asomo por la ventana y empiezo a contemplar un desfile de motos enormes: varias BMW GS 1200, Hondas Paneuropeas y Varaderos, dios mío, donde voy yo con mí dos y medio.
Tal es el desfile de motos, Carmen y yo decidimos bajar al parking del hotel para ver la exposición de motos allí reunidas. Lo dicho 5 o 6 gs con maletones cuadrados, Varaderos, Pan europeas, una Gold wing, una BMW RT, otra LT y alguna más que no me acuerdo, dos yamahas Fazer, y en medio la nuestra, que parecía la moto del conserje del hotel. Y falta la gs 650 de Antonio, nuestro guía, donde nos hemos metido.
Quedamos con Manel (Pentax) en la entrada de nuestro hotel y nos dirigimos al restaurante, previo paso por una farmacia para comprar Reflex para Manel y especialmente para sus lumbares, curiosa farmacia, el farmacéutico llevaba una bata, presumiblemente blanca, la cantidad de pines que llevaba no dejaba ver el color de la bata.
Nos reunimos en el restaurante, tomamos una cerveza y nos vamos conociendo. Manel se va a su hotel, después de dos días de moto, no tiene la espalda para fiestas. No se sabe lo importante que es una faja, hasta que te la dejas en casa.
Después de la cena, todos o casi todos, al hotel a dormir, mañana hay que madrugar para coger el ferry que nos lleve a Ceuta y de allí pasar a Marruecos.
Kilómetros del día: 145
Es genial que tú también hagas un diario de ruta, este viaje ha sido épico, pero a bordo de vuestra YBR ya ha sido el colmo... Pese a que durante todo el viaje hemos viajado muy cerca entre nosotros, ahora empiezo a hacerme a la idea de lo valientes que habéis sido a la hora de emprender este viaje, una de las cosas más maravillosas que me han pasado en la vida. Y vosotros formáis parte de todo ello.
Y aún falta lo mejor por escribir 😉 😉 😉
Un abrazo!
Os sigo leyendo impaciente, me alegro por otra parte que os cambiaran los puños ...Para cuándo el siguiente capítulo....??
Me gusta esto de poder ver dos versiones distintas. Lo cierto es que cuando leí que también os decidísteis a ir sobre la dos y medio, me pareció sorprendente ya que pensé que la moto iría demasiado justita.
Tengo curiosidad por leer cómo os fue después de todo.
Felicidades por ese pedazo de viaje.
Entrada en Marruecos
Hotel Kensi Basma, Casablanca 21 de marzo de 2010, pasada la medianoche.
El despertador del móvil suena a las seis de la mañana, con desgana pero con ilusión nos levantamos y nos preparamos para bajar a desayunar. En el restaurante del hotel ya están todos desayunando, todos tenemos las mismas caras de dormidos. Comemos algo por no salir con el estómago vacío, y bajamos al parking a montar las alforjas y ponernos en marcha.
Empezamos a salir del parking, nuestra moto, parece igual de pequeña con las alforjas puestas al lado de tanta moto de gran cilindrada.
Manel nos espera en la puerta principal del hotel, se une al grupo y todos juntos partimos al puerto que esta enfrente del hotel.
En la entrada están Antonio, Sergio y Paco con su Defender con remolque y las BMW GS 650 encima. Pasamos el control aduanero enseñando los pasaportes y directos al barco.
Los de las GS 1200 están ansiosos por salir, son los primeros en subir. Los que llevamos acompañantes decidimos que suban andando, al parecer las rampas de estos barcos están mojadas y suelen resbalar. De una en una vamos subiendo y la vamos dejando las motos donde nos dicen los operarios que rápidamente enganchan las motos, cada una en una argolla del suelo.
La pequeña YBR es enganchada a la moto de Rafa, una BMW veterana, pero enorme al lado de la mía al faltar una argolla para la suya, espero que todo vaya bien durante el trayecto, sino la va a chafar.
Tere, Rafa, Carmen, Antonio y Manel, viendo como enganchan nuestras motos.
Sin darnos cuenta ya estamos en Ceuta, el ferry ha salido y llegado a las horas previstas, y nos dirigimos todos a repostar.
Acabado el repostaje, nos dan la documentación del viaje, donde haremos el cambio de divisas y nos explican los pasos a seguir en la frontera.
Justo antes de entrar en la frontera y un grupo de hombres que se dedican en el mercado negro a hacer el cambio de moneda. Antonio nos lleva hacia un hombre mayor, con el que normalmente hace los cambios. Cambiamos casi todos nuestros euros por dirhams y nos dirigimos a la frontera.
Los trámites son fáciles: un papel amarillo por persona y tres blancos por vehículo. Lo que tenia que haberse hecho en una horita lo hacemos en casi tres. Para agilizar los trámites vemos a marroquíes que con dos billetes metidos en el pasaporte agilizan la operación. Un billete para el funcionario de fronteras y otro para el que gestiona los trámites.
Nosotros optamos por no ofrecer dinero y empezamos nuestro vía crucis: que falta la matrícula de la moto, ahora el modelo y marca del vehículo, que se alejen de la garita que me ponen nervioso. Así casi tres horas, pero al final nos dan los papeles y vamos pasando poco a poco, al fin entramos en Marruecos.
Por fin entramos en Marruecos!!!Manel controlando que Eloise quede bien sujeta durante el trayecto.Manel controlando que Eloise quede bien sujeta durante el trayecto.
Nos dirigimos por la costa a Asilah, a 41 Km. para comer, empezamos subiendo unas montañas costeras y nos encontramos con la carretera de dos carriles llena de desprendimientos de las montañas por las lluvias, que se ha comido parte del carril derecho y atravesamos alguna zona con agua.
Pasamos sin detenernos por varios controles policiales, antes de entrar en una autovía que nos llevará a Asilah. Aquí el grupo empieza a estirarse y nos quedamos algo rezagados, pero sin perder el contacto con el grupo, empezamos a exprimir un poco a la moto.
Los paisajes son verdes, con rebaños de ovejas y vacas pastando en los campos próximos a la autovía, también vemos muchos campos y bosques inundados por las lluvias del invierno. El asfalto es bueno y no hay casi tráfico y avanzamos a buen ritmo.
Llegamos a la entrada de Asilah, empezamos a ver como son las ciudades y pueblos de Marruecos, mal asfalto, con baches, ciclomotores, coches de más de veinte años, carros tirados por caballos, algún rebaño de ovejas pastando entre casas y mucha gente que nos mira al pasar.
Damos una vuelta por dentro de las murallas, de lo que fue una fortaleza a pie de costa, esperando piratas y barcos enemigos, ahora transformado en una ciudad turística, con su mezquita, sus tiendas y sus casas pintadas de blanco, Asilah es conocida como la Perla del Atlántico.
Carro tirado por caballo ocupando toda la calle en AsilahEntarda a la fortaleza de Asilah
Como es tarde comemos en el restaurante Casa Paco, ensaladas verdes, pescado y marisco, no esta mal para empezar.
Antes del postre, Carmen y yo decidimos salir a la calle a fumar, nos sentamos observando el día a día de una ciudad marroquí, vemos un policía municipal controlando el escaso tráfico de coches, ciclomotores y carros tirados por caballos, grupitos de turistas, y los que haceres de una barbería. En seguida nos vienen a ofrecernos los servicios de un limpia botas y más tarde a vendernos relojes y gafas de primeras marcas (¿?), con amabilidad, decimos varias veces que no nos interesan, rápidamente el vendedor de gafas nos ofrece chocolate y coca, todo esto a menos de 10 metros del policía local, nuevamente y muy amablemente rechazamos sus mercancías.
El retraso en la frontera nos obliga a no parar en Rabat, donde teníamos que haber comido y visitado el mausoleo de Mohamed V, así que cogemos la autopista, directos a Casablanca, ante la precaución de Antonio de no llegar de noche.
Las autopista marroquíes son curiosas, el asfalto es bueno, hay poco tráfico rodado, pero sí un sin fin de gente, que las cruzan sin ningún reparo, ciclomotores, ganado pastando en los arcenes convidado con puestos ambulantes de naranjas y fresas, ya que esta zona está llena de invernaderos.
Y por supuesto gendarmes uniformados de blanco nuclear, en motos y patrullas. Curiosamente utilizan las medianas de ambos carriles, llenos de altos setos, para colocarse y plantar el trípode con el radar, trípode que sin desmontar, cuelgan de la baliza alta de detrás de la moto.
Los peajes son caros, pero lo mejor es que a dos motos del grupo, los estafaron, cobrándoles el triple.
El ritmo fue alto, pero lo aguantamos exprimiendo a tope el puño de gas. Sólo tuvimos tráfico al pasar por Rabat y en el último peaje antes de Casablanca, donde ya se nos había echado la noche encima.
Nos reagrupamos en el último peaje, y la pequeña YBR obtuvo los primeros halagos entra los moteros, al ver que no nos descolgábamos del grupo.
La entrada en Casablanca fue impresionante, calles poco iluminadas, asfalto con baches enormes, gente andando, mucha más gente cruzando las calles por donde quería y coches y ciclomotores que utilizan los cláxones, como preferencia de paso.
Juntitos y ocupando todos los carriles intentamos llegar al hotel sin separarnos, pero siempre se separa alguien del grupo y se pierde.
Siguiendo a un “petit taxi”, llego al cabo de media hora. Después de registrarnos y conseguir habitación, nos dimos una ducha y a cenar.
Después de la cena, cada uno hizo la suya; algunos fueron a dar una vuelta por el paseo marítimo, otros se fueron a descansar, Manel se dio una segunda ducha, esta vez de Reflex.
Carmen y yo, nos quedamos con Antonio, Sergio y Paco, que nos comentaron lo sorprendidos que se habían quedado con el ritmo de la moto.
Nos fuimos a tomar algo con ellos, a una calle del hotel, lo único que había abierto era un pub típico de Marruecos, tomamos un té de menta, y nos trajeron una cachimba de menta. Sergio, Carmen y yo no lo habíamos probado nunca y la verdad es que nos reímos un rato.
Empezó Sergio, siguiendo las explicaciones de Antonio y Paco, el resultado, sacó un montón de humo por la boca y empezó a toser, nos reímos un rato. Cambiamos la boquilla y me tocó el turno a mí, saqué menos humo que Sergio, pero tosí el doble y nos reímos más, acto seguido Carmen nos dio una lección de cómo hacerlo, si bien no se libró de toser. Después de cuatro o cinco intentos, Carmen dominaba la cachimba como si hubiera fumado toda la vida, Sergio se defendía, y yo seguía tosiendo cada vez que lo intentaba.
Entre risas, cachimba y cigarros, nos acabamos el té y nos fuimos a dormir, que ya tocaba.
Kilómetros del día: 420
¡Un HURRA por la YBR 250! V´SSS
Exprimiendo la moto
Hotel Al-Andalous, Marrakech 21 de marzo de 2010
Hoy hemos dormido algo más, el día empieza visitando la Mezquita de Hassan II, para llegar hasta ella, hemos negociado el precio con un taxista y hemos entrado cinco dentro del coche, algo habitual por aquí.
La mezquita de Hassan II es la segunda más grande del mundo y se visita como si fueran a la Sagrada Familia de Barcelona, eso sí, descalzos.
La mezquita en sí es preciosa, pero lo mejor de la visita ha sido el guía de español que nos ha tocado, en pocas palabras un borde, que se ha enfadado por que hemos llegado tarde y después se ha cabreado por que uno de otro grupo lo estaba filmando sin haberle pedido permiso. Aprovechando la ocasión uno de nuestro grupo le ha pedido permiso para grabarle y el simpático de nuestro guía le ha dicho que no. Al acabar la visita, el buen señor se planta en la puerta de salida esperando una propina, que por supuesto no ha llegado.
De vuelta al hotel en taxi, y a cambiarnos para coger las motos. Si bien el tráfico en Casablanca no varía mucho entre el día y la noche, con luz diurna, el tema del tráfico se lleva mejor.
Para ir a Marrakech cogemos el camino rápido, autopista de peaje, con un par de paradas para repostar y tomarnos un té. En una de las paradas me encuentro a Manel sentado en el suelo y apoyado sobre una pared de la gasolinera, escribiendo su diario.
La velocidad es alta, dejamos en el coche de asistencia la bolsa de la maleta, pero la pobre moto la exprimimos a tope, llegando al las 10.000 rpm, zona roja, con lo que bajamos un poco la velocidad. En la última para, Carmen sube en la moto de Manel, para no forzar tanto la moto.
La entrada en Marrakech es igual de caótica que en Casablanca. Nos dirigimos directos al hotel y comemos.
Después de comer tenemos un par de horas libres, que cada uno lo aprovecha a su manera, Carmen y yo decidimos echarnos una siesta reparadora.
A las siete de la tarde nos dirigimos andando a la famosa plaza de Marrakech, si circular en moto es una aventura, ir de peatón es una locura. Es domingo y las calles están a tope de gente, paseando o sentados en los parques. Los coches y sobre todo los ciclomotores van a toda pastilla. Cruzamos una calle por el minúsculo paso de peatones, y en ese momento viene un ciclomotor a toda pastilla y pitando, Carmen quiere pasar yo no lo veo claro, la agarro para que no salga corriendo y al final el ciclomotor se para a un centímetro de Carmen.
Seguimos por la avenida que nos lleva a la plaza de Djemma El-Fná y para llegar hay que cruzar una rotonda, toda una aventura, hay que ir con mil ojos para cruzar.
La plaza está a rebosar de gente, puestos de comida y paradas donde venden frutos secos y zumos de naranja, típicos del lugar, nos tomamos un zumo refrescante.
Después de rodear la plaza, nos subimos a una de las terrazas que hay en la plaza y nos tomamos un té acompañado por las pastas típicas del lugar, mientras observamos el ajetreo de la plaza.
Cenamos en la plaza los productos que allí mismo se cocinan, cargados de especias, rodeados de gente, una experiencia inolvidable.
De vuelta al hotel, nos tomamos unos cubatas y unas cervezas al más puro estilo guiri de vacaciones.
Kilómetros del día: 238
Camino de Marrakechuna YBR 250 en MarruecosLas motos en el parking del hotel en Casablanca
Camino de Marrakech
entrando en Marrakech 2entrando en MarrakechCamino de Marrakech
Toooma reportaje fotográfico! Y toooma cronicazo! Menos mal que Nboa no tiene la neurona patinando como yo, y recuerda un buen puñado de cosas que a mí se me pasan por alto en mis crónicas...
Más material, más
Eso eso! escribir mas rapido q a mi me va a dar algo!!
