21/03/2010 – Desde la terraza del Hotel Al-Andalous (Marrakech)
El dia de hoy tiene poca historia de moto, pero mucha carga de experiencia vital: señoras y señores, hemos llegado a Marrakech, posiblemente el ombligo del Marruecos más canalla, contradictorio, moderno, tradicional y sorprendente.
Hemos amanecido en Casablanca, y antes de partir hacia Marrakech, nos hemos juntado cinco moteros, nos hemos comprimido en un Grand Taxi (un vetusto Mercedes de los años 70), y tras regatear la tarifa nos hemos escapado para visitar la mezquita de Hassan II, la segunda mayor mezquita del mundo, y una de las poquísimas que están abiertas al público. Descalzos, por supuesto.
Poco a poco vamos conociendo a nuestros compañeros de ruta… Nosotros hemos hecho buenas migas con Rafa y Teresa, padre e hija que viajan a bordo de una RT 1100. También menciono a otra encantadora pareja, Kikon y Evelyn, que también viajan en Varadero, y con los que ya hemos hablado de proyectos futuros para recorrer en moto. Buena gente que da gusto conocer.
El trayecto Casablanca-Marrakech lo hemos efectuado íntegramente por autopista, lo que ha convertido el viaje en un rutinario enlace a un promedio de velocidad algo por encima de lo legal, soportado sin problemas por nuestras máquinas… incluída la YBR 250 de Lluis y Carmen, aunque a costa de ir gas a fondo todo el rato: la pequeña Yamaha está enseñando los dientes a los percherones, y no se deja intimidar…
La llegada a la zona urbana de Marrakech ha sido un nuevo episodio de “a saco y sobrevive como puedas”, aunque el grupo ya ha aprendido a desenvolverse en esta situación: todos los huecos cubiertos y conducción agresiva-ligera. De esta manera, llegamos al hotel Al-Andalous, un majestuoso hotel en el que, durante un rato, viví en la perfección: descarga toda la ropa gore-tex y el equipaje en la suite, ponte el bañador y date un chapuzón para combatir los 31 grados de temperatura en pleno mes de marzo, para acabar con un masaje marroquí donde me reconcilié con mis doloridas lumbares, amén de desconectarme del mundo durante un buen rato.
Por la noche, visita al núcleo de la esencia de todo Marruecos: la incalificable plaza de Yamaa el-Fna, una inmensa explanada llena de tenderos, encantadores de serpientes, mendigos, contadores de historias, malabaristas, pillastres, comerciantes de todo lo legal y lo ilegal, todo ello expuesto ante ti en una explosión visual para los cinco sentidos… Si quieres salir airoso de todo esto sin tener un ataque de ansiedad, debes aceptar como normal todo lo que veas u oigas, por muy surrealista que te parezca. Definitivamente, aquí agrego una nueva experiencia vital que recordaré toda la vida.
En el colmo del masoquismo, acabamos cenando en pleno centro de la plaza, rodeados de toda esta fauna mientras degustábamos especialidades locales. Ha sido una de las cenas más estresantes, y a la vez fascinantes, de mi vida.
Marrakech es un hervidero de ciclomotores ocupados por entre una y cuatro personas, y cruzar sus amplias calles (muchas veces sin ningún tipo de regulación para los peatones) se convierte en una prueba de reflejos y valentía. De esta manera volvimos al hotel.
Despedimos la noche de una manera bastante peliculera, tomando vodkas con zumo de naranja en el lounge del hotel, con música tradicional en directo, ejecutivos descorbatados improvisando bailes al compás de la melodía, y con algunas prostitutas de lujo que se sitúan en un discretísimo segundo plano, a la caza del europeo con ganas de canalleo y muchos dirhams en efectivo... Como podéis comprobar, las estrictas leyes coránicas se quedan en las puertas de los hoteles caros, y el alcohol y otros vicios corren sin mesura aquí dentro.
Mañana no nos movemos de Marrakech, las motos descansan… y nosotros también.
Saludos y gracias por seguirme!
KILÓMETROS DE LA JORNADA: 238
nos tienes que contar lo del "bífidus activo" ....aunque en la foto del feisbuc te veo sonriendo... 😯
¿no te valen las culebras ibéricas que tienes que buscarlas en áfrica? 🙄
un saludo, gabriel. 8)
Gabriel, eso viene en el próximo capítulo... pronto en los mejores cines! 😉
Cada día más interesante, Pentax .
Sigue, sigue... 8)
Te has olvidado el casi atropello a Carmen por un ciclomotor XD
...pero tú no, así que, entre las dos crónicas, la cosa queda equilibrada 😛 😛
22/03/10 – Hotel El-Andalous, Marrakech
El dia de hoy se preveía como un topicazo guiri: recorrido turístico por Marrakech, en autocar, acompañado por una guía turística, llamada Asisa.
Tras recorrer las zonas más turísticas (y otras no tanto, como el indescriptible mercado local de la Kasbah), volvimos a visitar la plaza de Jamaa el-Fna, comprobando que de día tiene un aspecto algo más civilizado.
La cosa se complicó en el momento en que un encantador de serpientes se me acercó y me echó una por los hombros, con alevosía y sin permiso… “¡Quítame esto, leñe!” le espeto yo, mosqueado y un poco repugnado por el tacto de la serpiente en mi nuca; el tipo se hace el remolón, quiere caerme en gracia para conseguir su propina. Se junta a mí y comienza a susurrarme la buenaventura, mientras me da golpecitos en el corazón con la atribulada serpiente, momento que recoge la foto adjunta, donde se ve que incluso logro esbozar una sonrisa para enmascarar las ganas que tengo de matar al tipo este…
En el colmo del agobio, el tipo me acerca la serpiente y me dice: “Cógela!”. Yo, en un gesto más defensivo que curioso, la cojo (la tenía a un palmo de mis narices), aunque en vez de pillarla por la cabeza, la cogí un poco más abajo, con tan mala suerte que la serpiente se revolvió y me dio un mordisco en el dedo anular derecho, dejándome una pequeña marca con uno de sus colmillos. Se acabó el numerito de la serpiente: bufido al encantador, invitándole a que se meta el bicho por cierto sitio.
Por precaución, me acerqué a un destartalado dispensario que hay en la misma plaza, y me remiten al hospital. Resistiéndome a ello, entro en dos farmacias diferentes, buscando un antídoto o algo por el estilo, y los farmacéuticos siguen con la misma música: que no, que al hospital.
Así que hago de tripas corazón, y acompañado de Antonio (uno de los organizadores, y desde entonces amigo mío), y Asisa (mi otra ángel de la guarda, que me hizo de intérprete en los primeros caóticos minutos del hospital) cogimos un petit taxi y nos fuimos a un lugar que nunca aparecerá en las guías turísticas: la sala de urgencias de un hospital público marroquí.
Me atendieron rápidamente (de hecho, me colaron descaradamente), y una doctora me ordenó dos horas de observación, con un gotero fisiológico en el brazo. Me aparcaron en una destartalada habitación, junto a un anciano moribundo, y otro que se estuvo retorciendo de puro dolor durante todo el tiempo, sin que nadie le atendiera. Los familiares también estaban dentro del cuarto, por lo que aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. Dos postadolescentes con una batita verde se ponen a jugar a los médicos conmigo, y prueban de hallarme una vía en la muñeca, sin éxito. Con el pánico que le tengo yo a las agujas… y aquella banderilla medía por lo menos siete centímetros. A causa del destrozo, la sangre empezó a dejarme perdido el brazo, y tuve que reprimirme a tope para no saltar de la camilla y salir a escape de allí, sin duda habría batido el récord mundial de los 1.500 metros lisos. Finalmente, una asistente sanitaria, de la misma generación que los otros dos pero que parecía tomarse más en serio las cosas, me encontró la vía por la cara interior del codo. La foto adjunta es elocuente.
Tumbado y finalmente conectado al suero, empezó una agobiante espera. La puerta de mi cuartucho estaba abierta, así que podía ver el trasiego en la sala de Urgencias: personas muy malheridas y muy doloridas bastante abandonadas a su suerte mientras esperaban su turno, todas marroquíes excepto Antonio y yo, los únicos europeos y por tanto la atracción del lugar. Utilizando mi rudimentario y casi ininteligible francés, me puse a chapurrear con uno de los acompañantes de mis compañeros de camilla, que me aconsejó que, si me veía sano, me arrancara la aguja y saliera de allí corriendo, que allí los médicos pasaban de todo. La conversación tranquilizadora que necesitaba, vaya… Otro de ellos (gracias a Dios este hablaba algo de inglés) me dijo que aquí la sanidad pública funciona tan mal que la gente sólo va cuando ve que es inevitable, y me rogó que, cuando volviera a mi país, denunciara la situación desastrosa que tenía ante mis ojos, y así lo hago escribiendo estas líneas… Aunque debo reconocer que, pese al caos, la falta de higiene y el desorden general, como mínimo me atendió una doctora que no se olvidó en ningún momento de que yo estaba allí. Sin duda, este trato preferente lo provocó mi condición de turista.
Finalmente, y al ver que no padecía ninguna reacción a la mordedura, me dieron la mejor medicina posible en aquellas circunstancias: volver a respirar en libertad el aire de la calle.
A la vuelta al hotel, toneladas de cariño por parte de mis compañeros de ruta. Tenía unas cuantas llamadas perdidas en el móvil, muchas de ellas de Lluis y Carmen, que preocupados como estaban, no pararon hasta localizar por teléfono a Antonio, que tranquilizó a todo el personal.
Por la noche, un pequeño exceso con los combinados para celebrar esta anécdota; mis compañeros de ruta entendieron que volví a nacer, así que aprovecharon para rebautizarme: desde aquel día, Manel pasó a llamarse “John Cobra”, Cobretti para los amigos. Vaya Judas están hechos todos. Pero me iría con esta tropa hasta el fin del mundo, sin dudarlo ni un instante.
Mañana empieza lo bueno, se acabó hacer turismo de autocar: nos espera el Marruecos más auténtico, el del Atlas y el desierto… y sin bajarnos de la moto.
Saludos y hasta pronto!
Menos mal que mala hierba nunca muere
Al que me traiga vivo al listillo del Photoshop, tiene un bocadillo de panceta pagado
¡¡¡¡¡JAAAAAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJA!!!!
me parto jajajajajajajajjaja
XD XD XD XD XD
23/03/10 – Desde una cueva, en la Kasbah Tizzaourine (Boumalne du Dades)
Cuesta encontrar la manera de empezar la crónica de hoy, simplemente os diré que ha sido uno de los días más intensos y fascinantes que he vivido… Cada curva, cada mirada a donde fuera, cada instante, cada paisaje hubieran merecido una foto, un vídeo, yo que sé, algo que lo inmortalizara; como eso es imposible, sencillamente me he dejado impregnar por todo lo visto y sentido, al final de la jornada casi lloraba de la emoción, os lo juro.
Necesito un momento para ordenar mis pensamientos, y os lo cuento desde el principio…
Hoy hemos empezado las etapas realmente “aventureras”, aquellas que tenía en la cabeza cuando meses atrás pensaba en Marruecos… Adiós a los hoteles con botecitos de jabón, adios al turismo de asfalto y ciudades: entramos en el Marruecos del Atlas y el desierto, un lugar donde se vive con otro ritmo, otra filosofía.
Salimos de Marrakech: se acabaron las autopistas, y utilizamos una carretera de doble sentido y de calidad deficiente, que ya no abandonaremos en muchos centenares de kilómetros. Atravesamos pueblos como Ait-Ouir o Taferiate, lugares donde el único asfalto lo encontramos en la propia carretera; la gente nos mira, los críos saludan y corren junto a las motos, nos acostumbraremos a esto en cada aldea que atravesemos. Llegamos a la cordillera del Alto Atlas, con sus nieves perpetuas y su paisaje agreste, y empezamos a remontarlo. Hay bastante tráfico de camiones vetustos que resoplan montaña arriba, pero en general hacen lo posible para facilitarnos los adelantamientos.
La carretera se retuerce en mil curvas, muchas de ellas de 360 grados, hasta coronar el mítico paso de Tizi-n-Tichka, el puerto más alto de Marruecos y uno de los pasos de carretera más altos de África. Fotos de rigor, y primeras compras utilizando el arte del regateo. Le compro unos minerales a Ishmal, un bereber con el que estuve “negociando” durante 15 largos minutos de apasionado regateo; al final, cerramos el trato con una sonrisa y un apretón de manos, creo que he hecho un buen negocio, y no me cabe duda que él también.
Tras bajar la otra cara del Atlas, entramos en plena zona predesértica, aquí la presencia humana es más esporádica, y la gran nada inhóspita comienza a rodearnos por doquier…
Hacemos un alto para comer en Ait-Benhaddou, un pueblo de postal hecho de adobe junto al lecho de un río, rodeado de palmerales. Para acceder al pueblo hay que atravesar el río a pie, mojándonos las botas hasta por encima de los tobillos, o bien pagar a unos señores que muy oportunamente estaban allí con sus burros. Los más endureros valoran la posibilidad de atravesar el río en moto, aunque al final nadie se atrevió.
Continuamos camino y llegamos a Ouazarzate, un oasis en medio de la nada, con calles sorprendentemente limpias, una avenida principal desmesuradamente grande, y unos platós de cine, abiertos al público como atracción turística: parece ser que aquí se filmaron bastantes exteriores de películas como La Momia, Gladiador y un buen puñado más. También encontramos gasolineras, llevábamos más de 150 kilómetros sin ver un triste surtidor, por lo que aprovechamos para repostar.
El día está bastante espeso, hay polvo del desierto en suspensión y está a punto de anochecer, pero aún así no queremos dejar de visitar la Garganta de Dades, un espectáculo que llevo tres años esperando tener ante mis ojos.
Llegamos a la Gorge du Dades en los últimos minutos de luz diurna, por fin se materializa uno de mis sueños… El espectacular mirador te deja ver la majestuosidad de la garganta, y también su carretera que trepa montaña arriba en una abigarrada sucesión de paellas, al más puro estilo de puerto alpino. Maravilloso.
En lo alto de las gargantas nos cae la noche encima. Nos da igual, y tomamos una ronda de tés (vasito a vasito, ya llevamos varios litros de té en el cuerpo), y posteriormente abandonamos la garganta, creando con las motos un espectáculo de luces bajando de nuevo hasta el fondo de la garganta… Creo que alguien filmó esto en vídeo, y estoy deseando verlo. Esto es pura magia, me siento hinchado de emoción y dentro del casco voy cantando, gritando vivas y hurras y dando gracias por vivir todo esto.
Para llegar a la Kasbah teníamos que hacer algo de pista de tierra en plena noche, a estas alturas ya nos daba todo igual, entramos en el recinto amurallado sintiéndonos como los protagonistas de un cuento de Alí Babá, y unos bereberes nos reparten en diferentes aposentos del inmenso recinto; a mí me asignan una cueva excavada en la ladera de la montaña, lugar desde donde escribo todo esto.
Pero antes de irnos a dormir disfrutamos de una buena cena típica… regada con pagano vino de Rioja que traíamos “de contrabando” en el 4x4.
Tras la cena, bodorrio con música tradicional bereber y bailoteo. Carmen se atrevió con la música dándole a los tambores, yo me animé con la coreografía… y Lluis Nboa se atrevió con la cámara de vídeo jajaja… Si alguien tiene oportunidad de ver la filmación, en mi defensa os diré que a aquellas alturas de la noche ya nos habíamos finiquitado varias botellas de Rioja.
Mañana empiezan dos dias desierto puro y duro, y Alí el Cojo ya nos está esperando para darnos aposento a pie de duna…
Gracias por seguirme, y hasta pronto!
KILÓMETROS DE LA JORNADA: 445
Pentax, eres un máquina. Enhorabuena a todos por esas vacaciones tan guapas.
Me das una envidia........pufff!!!!!
Bueno, espero que lo de la culebrilla no fuera nada, mírate la tuya a ver si también da mordisquitos.
Lo dicho, saludos y muy buenas fotos.
V´ssssssssss
A ver si me mandas ya el chocolate que lo estoy esperando, Jejejejje