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EUROTOUR 2012

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Ricardo
(@ricardo)
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😯 oooh... no quiero parecer ansioso pero y el resto? Donde está el resto? No puedes escribir más rápido eh eh eh...? Jajaja !

 
Respondido : 08/07/2012 10:24 am
JAROTE
(@jarote)
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Se os vé felices y que lo habeis disfrutado a tope. Enhorabuena, bienvenidos y gracias por saberlo contar tan bien.
Esperamos el resto...
Saludos.

 
Respondido : 08/07/2012 11:15 am
(@Pentax)
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Gracias por vuestro seguimiento, tengo a mis cuatro chimpancés aporreando el teclado, en breve subo más cosas 😉 😉 😉

 
Respondido : 09/07/2012 8:54 am
Gappy
(@gappy)
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Noble Member Admin
 

Pentax e Isabel. Bienvenidos hermanos, me alegro de vuestra alegría. 😉

Uves y ráfagas

 
Respondido : 09/07/2012 4:16 pm
noisestorm
(@noisestorm)
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Me uno a las peticiones. Venga esa crónica, que nos tienes impacientes.
Por cierto, que me encanta la fotografía del monstruo peludo. 🙂
Bienvenidos, chicos!

 
Respondido : 09/07/2012 4:21 pm
Enery
(@enery)
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Noble Member
 

"Pentax" Gracias por vuestro seguimiento, tengo a mis cuatro chimpancés aporreando el teclado, en breve subo más cosas 😉 😉 😉

Pues más bananas para esos chimpancés, que tecleen más rápido!!!! XD

Muy buen empiece de crónica Pentax, que recuerdos........

Saludos y besos a los dos...

 
Respondido : 09/07/2012 5:03 pm
(@Pentax)
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Gracias, peña! Ahí va el segundo capítulo...

Eurotour (2): UN MAR DE LAVANDAS, UN BALCÓN AL MUNDO

Son las 9 de la mañana, y el Sol nos está diciendo “Hola amigos, hoy os voy a achicharrar de lo lindo, sin misericordia y durante tooodo el día”. Qué mamón. El Mont Ventoux nos está esperando a menos de 30 kilómetros de la mesa donde estamos desayunando; por suerte, el cansino Mistral se ha ido a bufar a otras latitudes, así que tendremos un ascenso tranquilo.

Una vez más, el altavoz mediático del Tour de Francia ha elevado el ascenso al Mont Ventoux a la categoría de mítico para muchos cicloturistas aficionados, a causa de la dureza de su recorrido, con una pendiente media del 10%, y de las violentas rachas de viento. En la edición del Tour de 1967, el ciclista inglés Tom Simpson se dejó la vida a 800 metros de la cima, a causa de una combinación fatal de anfetaminas, alcohol e hipotermia. En ese lugar hay un monolito en su memoria. En la edición de 1970, Eddy Merckx ganó la etapa, pero tuvieron que suministrarle oxígeno en la meta. La última vez que el Tour visitó el Mont Ventoux fue en 2009, con victoria del vasco Juanma Gárate.

Nosotros empezamos a remontar la carretera con mil ojos a causa del intenso tráfico de ciclistas que remontan más o menos sobrados (cuanto más cerca de la cima, más fundidos), y sobre todo por los que bajan como balas. A nuestro alrededor tenemos un refrescante decorado de hayas y coníferas, que desaparece súbitamente poco antes de la cima, dando paso a un paisaje lunar de piedra calcárea. Es por esta razón por la que, visto de lejos, el Mont Ventoux parece perpetuamente nevado.




Dejamos atrás el Mont Ventoux para bajar a Sault, donde esperábamos encontrar los míticos prados de lavanda, y no nos equivocamos… El impacto no fue todo lo espectacular que hubiéramos deseado, ya que aún era pronto para que el color lila explotara en todo su esplendor, pero aún así quedamos bien satisfechos. Además de lavandas, encontramos viñas y árboles frutales por doquier, aquí se trabaja mucho la tierra.



Por aquellas casualidades de la vida, en Sault era dia de mercado, con decenas de tenderetes dedicados a la lavanda, jabones de Marsella y otras manualidades. Se huelen las fragancias en el ambiente. Nos está encantando la Provenza, y probablemente no sea la última vez que nos vean por aquí…

Isabel se está enajenando por momentos, quiere arrasar con toda la lavanda del mercado, y tengo que recordarle que en la moto no cabe casi nada más… Al final compramos saquitos perfumados, semillas y otras cositas susceptibles de poder encajarse en los pocos huecos libres que nos quedan.

Dejamos atrás Sault, remontamos por carreteras secundarias hacia el nordeste, buscando las grandes cumbres alpinas. Por el camino, nos vamos encontrando la Francia más rural, atravesando lo que Isabel llama “pueblos Allò-Allò”.

El Sol no cesa de calentar con saña, y nos metemos hasta las rodillas en un lavadero público… Aaaah qué alivio, la temperatura del cuerpo baja como mínimo diez grados, o tal vez cincuenta.


Poco a poco, el terreno empieza a hacerse más abrupto. Haciendo un par de ilegalidades con la moto, llego hasta un mirador del lago de Serre-Ponçon, en el horizonte ya vemos cumbres con nieves perpetuas. Esto se pone divertido.

Finalmente, llegamos a Barcelonette, donde hay una casa de huéspedes que ya conocía: la “Gite tranquyle”. Christian, el dueño, es también motero, por lo que si llegas sobre dos ruedas, consigues un plus añadido de cordialidad. Normalmente la “gite” está bastante llena por estas fechas, queda una última habitación libre, la reservada a minusválidos. Christian me amonesta: “La proche fois que tu viens sans annoncer, tu dormiras dans la porte”… está claro, ¿no? Es un tío muy parlanchín, pero también es un francés de pura cepa, o sea, que sólo habla francés y punto. Es una lástima no poder comunicarnos más fluidamente.

Descargamos la moto, y acto seguido iniciamos la subida a una de las carreteras más míticas de Europa, no en vano es la más alta: la que sube hasta el Col de la Bonette, a 2.802 metros de altura… Esto es así desde el punto de vista francés, porque la carretera que sube al pico Veleta, en Sierra Nevada, alcanza los 3.342 metros, pero está cerrada al tráfico y además no hace un bucle de retorno por un sitio diferente, condición indispensable para su homologación, siempre según los franceses. Nchts.

Es una hora avanzada de la tarde, por la que el tráfico es casi inexistente, algo que es de agradecer, sobre todo porque en sitios como éste es habitual la circulación de lentas autocaravanas (en Francia están chiflados con el caravaning).




En la cima, una vez más, el mundo a nuestros pies. Impresionante. Las fotos pueden dar una aproximación, pero esto hay que vivirlo…


No contentos con lo visto, iniciamos una caminata hasta la cima propiamente dicha, a 2.860 metros de altura.


De vuelta a la moto, tenemos compañía: han llegado dos motoristas más, sus placas son de la República Checa. Uno de ellos habla fluidamente el inglés, así que iniciamos una animada charla sobre motos, destinos, y otra vez motos. Mi inglés es muy rudo, pero Isabel me ayudaba cuando me metía en un berenjenal semántico: tuvo que ayudarme varias veces, ejem… Los checos sacan una botella de licor, se la pulirán en la cima de la Bonette mientras el Sol se pone. Ellos también han conseguido su gran meta.

El dia toca a su fin, nosotros bajamos a Barcelonette y nos regalamos una cena de luxe (llevamos todo el día tirando de supermarché). Echamos una mirada distraída a la tele; España y Portugal se la juegan en la Eurocopa. Cristiano Ronaldo pone cara de culo, España pasa y Messi es mejor que él.

 
Respondido : 09/07/2012 11:50 pm
YBERO
(@ybero)
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😯 Simplemente fantástico.

 
Respondido : 10/07/2012 1:52 am
(@Pentax)
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Gracias, Ybero! Poniendo a prueba la capacidad de aguante de todos, ahí va el capítulo tres... 😉

Eurotour (3): ARRIBA, ABAJO Y VUELTA A EMPEZAR

Lo de ayer en La Bonette fue una presentación cordial de los Alpes, hoy ya estamos en el ajo, así que toca ponerse el traje de faena y bregar con las grandes alturas en una montaña rusa que parece no tener fin.

Salimos de Barcelonette, rumbo norte por la N94. Paramos a repostar, en la gasolinera hay un tipo con una vieja XT; nos cruzamos un “bonjour”, y él nos comienza a hablar en un español bastante aceptable, dice que hace poco estuvo de vacaciones en Roses. Intercambiamos cuatro generalidades, nos indica lugares interesantes por la comarca y nos despedimos deseándonos buen viaje. Isabel sigue alucinando con estas cosas, aún está asimilando que dos completos desconocidos, y de dos países diferentes, iniciemos una conversación tan sólo porque llevamos una moto entre las piernas.

Dejamos atrás Briançon, y a través del Col de Montgenèvre entramos por vez primera en Italia… Adios a los buenos modales al volante, bienvenidos a la ley de la selva. Como bien dice un buen amigo “Italia es preciosa, pero está llena de italianos”.

En Susa nace una revirada carretera que nos volverá a dejar en Francia a través del Mont Cenis. Se dice que por este lugar atravesó Aníbal los Alpes. Se observan restos de la estructura de un ferrocarril de montaña, abierto durante el siglo XIX, y clausurado pocos años después, coincidiendo con la apertura del túnel de Mont Cenis.

Una vez bajado el Mont Cenis, sin tregua ni descanso, iniciamos una de las mejores ascensiones alpinas: la del Col de l´Iseran, de 2.770 metros. Subimos rodeados de “cuatromiles”, las cascadas de agua caen por doquier.


Tras el Col de l´Iseran, enlazamos con el Petit Saint Bernard, que nuevamente nos lleva a Italia. No volveré a repetirme en aquello de los paisajes increíbles y de lo pequeños que somos ante la inmensidad del mundo, pero… ¡oh, vaya! Lo he vuelto a decir…

A todo esto, el dia está resultando radiante, con un calor soportable en los valles (se acabó el “modo infierno” de las jornadas anteriores); en lo más alto de los “Cols” la cosa cambia, casi hasta el límite de necesitar alguna capa polar.

Bajando el Petit Saint Bernard se nos hecha la tarde encima, así que decidimos buscar alojamiento en el primer pueblo que encontremos, que resulta ser La Thuile, en el valle de Aosta (Italia). Esta zona dispone de un estatuto diferenciado del resto de regiones italianas, tiene una autonomía mayor. Al finalizar la segunda guerra mundial, Francia reclamó este territorio, culturalmente e históricamente francófono, aunque finalmente no se llevó a cabo.

En La Thuile encontramos un hotel “bikers welcome”; toda la familia trabaja en el hotel, y nada más entrar en el "hall", tres de sus miembros nos vienen a atender de manera simultánea, con su cháchara típicamente italiana. Piero, el joven que parece dominar más el cotarro, nos arregla una habitación con un 10% de descuento y con derecho a guardar la moto dentro del recinto del hotel. Pese al descuento, el precio es elevado: 90 euros, eso sí, Piero nos informa que “se incluye un desayuno GRAN buffet”, separando los brazos en un gesto exagerado. Al día siguiente comprobaremos que tampoco hubiera sido necesario que abriese tanto los brazos.

Nos damos un paseo por La Thuile, el lugar está bastante desangelado, aunque al caer la noche los bares se empezaron a animar porque la selección “azzurri” se está jugando el pase a la final de la Eurocopa ante Alemania. Nosotros nos cenamos una pizza, la peña se alborota: la eficiente Alemania se rinde ante la casi-intervenida Italia. La democracia del fútbol ha puesto el mundo del revés por un rato.

Tampoco hay excesivo jaleo por la calle, el valle de Aosta es tal vez la zona menos italiana de Italia y eso también se nota en estos casos. Mejor para nosotros, que aprovechando el silencio de la calle caemos dormidos como dos cucharas.

 
Respondido : 11/07/2012 9:35 am
noisestorm
(@noisestorm)
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Esperando ya la cuarta entrega... con "ansia viva". 8)

 
Respondido : 11/07/2012 10:35 am
Enery
(@enery)
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Genial!!!!! XD

 
Respondido : 11/07/2012 10:55 am
Goliardo
(@goliardo)
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El "desayuno GRAN buffet", pero ha proporcionado unas buenas risas. Felicidades por el viaje.

 
Respondido : 11/07/2012 6:05 pm
(@Pentax)
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Eurotour (4): MONTREUX & FREDDIE / PERROFLAUTAS EN SUIZA

Amanece en La Thuile. Bajamos a desayunar y Piero ya está rondando por allí, repartiendo caffé-lattes a unos moteros de Suecia. Al vernos, se dirige a nosotros cafetera en mano, y empieza a brasearnos con la crisis, el fútbol y otra vez la crisis: por alguna razón, le hemos caído bien. Habla sólo en italiano, pero poniendo atención pillas la mayoría de las cosas.

La gasolina en Italia está a un precio de escándalo, repostaremos en Suiza; menos mal que la Varadero tiene un tanque generoso…

Nos ponemos en marcha. A Isabel le encanta ir haciendo uVes a los moteros con los que nos cruzamos; cada vez que por el intercomunicador le oigo rezongar cosas como “soso”, “estirado” o “capullo”, quiere decir que alguien no le ha devuelto el saludo.

El Valle de Aosta nos está dejando una gran impresión; vamos encontrando antiguos fortines de la época medieval y en Aymeville, un bello castillo. Nos desviamos para verlo de cerca, pero está cerrado por reformas. Junto al castillo hay un lavadero comunitario, una señora de edad avanzada está lavando la ropa a la antigua usanza.

Entramos en Suiza por el col del Grand St. Bernard. Coincidimos en la subida con un grupo de Vespas clásicas, un par de ellas están trucadas y me adelantan como dos balas. Isabel aprovecha para mortificarme un rato sobre "la curiosa tranquilidad con la que conduzco últimamente", y me pregunta si el código de circulación penaliza que una Vespa conducida por un señor mayor que lleva casco "orinal-style" y gafas de época pueda adelantar a una máquina de 100 caballos. Bendito sea el que inventó el botón de desconectar el intercomunicador.


Rehusamos comprar la “vignette” que nos daría derecho a circular por las autopistas suizas (tampoco haremos tantos kilómetros por aquí, y además, por carretera todo se disfruta más), y bajamos hasta el valle de Valais y el Lago Léman.

En una estratégica encrucijada de carreteras, está la pequeña ciudad de Martigny. Decidimos buscar alojamiento aquí, ya que los dos próximos días nos moveremos por esta zona… Pues resulta que tienen “overbooking” global de habitaciones, en la oficina de turismo nos dicen que estos días se está celebrando allí un festival étnico-musical, y que el pueblo está a tope. Vaya vaya… Una propuesta muy interesante de cara a la noche, pero de momento nos hemos quedado sin cama. Salimos a las afueras, con la esperanza de encontrar alguna cosa, ni que sea en un hostal de la carretera… ¡Bingo! A seis kilómetros de la ciudad, encontramos un hotel de dos estrellas que nos alojará dos noches a precio de Parador Nacional (alojarse en Suiza es muy caro). En la parte de atrás del hotel hay una impresionante cascada de agua que le sirve de referencia. De manera inevitable, el hotel se llama “Le Cascade”.

Una vez resuelta la pernocta, descargamos la moto y volvemos a la carretera; nos separan 40 kilómetros de Montreux, una elegante ciudad a orillas del lago Léman, y que fue destino de muchos artistas, incluída la más grande de las estrellas del rock: Freddie Mercury, líder de Queen. La comunión de Freddie con Montreux fue tan intensa, que es la única ciudad europea que tiene una estatua dedicada a su memoria. Sólo por eso ya vale la pena acercarse hasta aquí.


El calor vuelve a ser infernal, el termómetro se aúpa hasta los 37 grados. Me pregunto si esto es legal en Suiza.

Por fin llegamos a orillas del lago Léman, y horneados de calor, decidimos poner los pies en remojo. Desde nuestra improvisada playa, tenemos unas vistas privilegiadas al castillo de Chillon, el más visitado de Suiza.

Ciertamente, el castillo ofrece una curiosa estampa, con sus cuatro paredes bañadas por las aguas del lago. Posee una rica historia y ha sido varias veces epicentro de la historia de Suiza. Nosotros nos conformamos con admirar su arquitectura exterior: si alguien quiere verlo por dentro (y pagar los 12 francos que cuesta la entrada), que nos lo cuente luego…

Y por fin, Montreux. Uno de los destinos turísticos más exclusivos de Suiza, pasear por sus calles te provoca un “dejà-vú” de Mónaco. Pero no hemos venido aquí a ver caros escaparates, o a jugar en el casino, sino a dejarnos seducir por un entorno que atrajo a gente como Charles Dickens, Hemingway, Charles Chaplin (al que después le haremos una “visita”) o el ya mencionado Freddie Mercury.

Hablando de Freddie, decir que aquí vivió unos cuantos años (y estableció residencia permanente los últimos años de su vida), y aquí fue también donde compuso y grabó algunos de los himnos más coreados de Queen. Una frase suya dio la vuelta al mundo (“Si quieres hallar la paz en tu alma, ve a Montreux”), y sirvió de faro para una hornada de nuevos músicos que vinieron a buscar la inspiración a orillas del Lago Léman.


Aparcamos la moto cerca del casino (el portero se puso inmediatamente en guardia, por si teníamos la ocurrencia de entrar en el local vestidos de aquella manera, digamos, “inapropiada”); en un lateral del casino, está la antigua entrada a los estudios de grabación “Mountain Studios”, donde Queen pasaron largas horas de creatividad. La puerta está cerrada a cal y canto desde hace años, pero una legión de devotos a la banda se han ido acercando aquí para dejar escritas en las paredes sus mensajes de recuerdo a Queen. Impresionante.

Otros grupos míticos fueron también clientes de estos estudios. A principios de los años 70, mientras Deep Purple grababan su disco “Machine Head”, se declaró un incendio en el estudio –dicen que fruto de una payasada de alguien del grupo-, y utilizaron esta historia para crear la canción “Smoke on the water” (les faltaba una canción para cerrar el disco, y la idea les vino de perilla… ¡y tanto! ¿Quién no ha oído alguna vez el “riff” de guitarra que da inicio a “Smoke on the water”?)

Casualmente, el día que llegamos a Montreux coincidía con el inicio de su afamado festival de jazz, y aunque no pudimos ver ninguna actuación en directo, sí podemos vivir toda la movida que se monta alrededor del festival… La lista de artistas reconocidos que han venido a actuar a Montreux es larguísima.

En el paseo marítimo también se pueden admirar las fachadas clásicas de hoteles que nos recuerdan a películas clásicas, como el Gran Hotel Suisse o el Palace, donde todavía recuerdan con cariño a su fiel cliente Quincy Jones, o las peloteras que tenían con los Rolling Stones, que no cesaban de pedir caprichos como miles de pastillas de jabón de Marsella o una máquina de “pinball”, y que cuando se marchaban dejaban un rastro de destrucción en las habitaciones…

A las afueras de Montreux está Vevey; en su pequeño y recogido cementerio descansa para siempre otro de sus ilustres habitantes, Charles Chaplin y su esposa Oona.


Volvemos al hotel, la tarde avanza y el calor ya es más soportable. Todavía queda luz, y nos animamos a ver de cerca la cascada… Quién sabe, igual podemos darnos un bañito y todo, así que nos ponemos los bañadores. Efectivamente, no tenemos impedimento para arrimarnos a la cascada tanto como nos atrevemos, que no es mucho, ya que el tremendo caudal que cae impide meterse debajo y salir con vida del intento. De hecho, las mismas turbulencias de aire nos mantienen a cuatro o cinco metros del chorro… No pudimos bañarnos, pero os aseguro que desapareció completamente cualquier rastro de calor corporal.


Ya de noche, volvimos nuevamente a Martigny, para ver aquello del festival de músicas del mundo. Efectivamente, había un ambientazo increíble, un inmenso recinto con varios escenarios y multitud de tenderetes ofreciendo productos étnico-solidarios, tatoos, trenzas africanas y cosas por el estilo. En uno de los escenarios estaba actuando un grupo de flamenco español, con su guitarra, su cajón y sus bailarinas con faralaes, con un más que aceptable nivel de convocatoria.

La globalización está presente en todos los niveles, incluído el público que visita estos festivales, que podría ser el mismo que vemos en nuestro país: una mayoría de hijos del vecino que venimos con ganas de entretenernos un rato, más algunos altermundistas de pies descalzos, cigarritos de la risa y rastas a prueba de jabones ¿Perroflautas en Suiza? Haberlos, haylos… O eso, o son siempre los mismos que van de un país a otro: como los cascos azules, pero en versión cumba.

Isabel ha mejorado mucho de su agarrotamiento muscular, la moto es terapéutica hasta para estas cosas. Nos vamos a dormir arrullados por el sonido de la cascada.

 
Respondido : 13/07/2012 5:46 am
getamoto
(@getamoto)
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Noble Member
 

Genial¡¡¡¡
v´sss

 
Respondido : 13/07/2012 9:03 am
atorralbo
(@atorralbo)
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Illustrious Member
 

Me da un poco de miedo la foto del cisne, ¿que le has hecho? 🙄

 
Respondido : 13/07/2012 10:12 am
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